viernes, 17 de julio de 2009


Describir este sentimiento interior no es muy fácil. La soledad puede ser una experiencia bastante particular e individual en cada ser humano. Digamos que la soledad trae, inmediatamente a la conciencia, significados muchas veces aterradores para la vida del ser humano. Pensamos en la soledad y con seguridad evocamos dolorosamente situaciones que están relacionadas con abandono, aislamiento, destierro, encierro, melancolía, tristeza, pesar, terror o pérdida, dependiendo casi siempre de la orilla donde contemplemos ese mar.La soledad puede resultar como un producto de varios factores; puede estar presente como algo real luego de la muerte de seres queridos, o después de una separación o una despedida, ya sea entre amigos o entre la familia; también es posible sentirla como algo transitorio o percibirla como un sentimiento más duradero en el transcurso de la existencia. De todas maneras, la soledad cumpliría una finalidad muy clara como la de restablecer el equilibrio ante una pérdida, para así recuperar paulatinamente, la energía que se había liberado con el objeto arrancado y poderla utilizar más adelante con otro objeto sustituto. La


dificultad podría hallarse cuando no aparece ese elemento reemplazante. Puede pasar mucho tiempo y allí la soledad tendería a tener otros significados. Casi siempre se requiere un apoyo psicológico para el paso de esa soledad experimentada luego de una pérdida. Pero también, la podemos advertir no necesariamente ante roturas tangibles y que su significado expresaría, muy seguramente, un cuadro de características depresivas. Es a esta soledad a la que quizás tanto se le teme.



No se si pudiésemos hablar de una soledad positiva o de una soledad negativa. Tal vez tendríamos que abordar el tema desde el punto de vista en que la soledad estaría comprometiendo la autoestima o el amor propio. Algunos la sentirían como el conjunto de fracasos y merecimientos frente a sus “incapacidades”; así mismo, otros la plantearían como un fenómeno divino de castigo frente a sus “faltas o pecados”. De todas maneras, cualquiera de éstas no dejarían de ser nefastas para la integridad y valoración emocional de cualquier individuo.
Considero que muchas veces depende de la actitud e interpretación personal que cada sujeto determine, para que “afecte” o lastime su propia vida. Sabemos que muchas veces esto no es muy “conciente”. Se requiere una terapia para lograr reconocer lo que no es muy “conciente”; es decir las motivaciones de este fenómeno.
En favor de la soledad, tendríamos que observarla como un espacio o estado de reflexión para que concurran una serie de pensamientos críticos y evaluativos que buscaran la armonía en la esencia del ser para el fortalecimiento de las convicciones que impulsan el autocontrol y el conocimiento de sí mismo. Ese conocimiento es el que anima a la experiencia de cualquier ser humano. La soledad, vendría siendo como el encontrarse a sí mismo. Es estar en compañía de sí mismo. La compañía más real e imperecedera de la espiritualidad. Es la que ayuda a reencontrar los sueños y de convertirlos en realidad. La soledad puede ayudar a despertar esa potencialidad interna que muchas veces permanece dormida cuando se “distrae” en la fantasía del mirar todo el tiempo hacia fuera. La soledad es la oportunidad de contemplar dentro de si mismo la llama que verdaderamente mantiene viva la capacidad de disfrutar el propio yo con el propio espíritu. De esta manera, el ser humano empieza a considerar el verdadero valor de su propia vida, de su alma y de su espíritu. Experimenta la libertad de tener una vida sin temores y sin arraigos a establecimientos o apegos que limitan enormemente su recorrido vital. Es aprender a depender de si mismo. Si se va a “compartir” con alguien es prevalecer la individualidad y permitir el enriquecimiento conjunto. Entonces, la soledad podría ser la oportunidad de cómo reencontrarse así mismo y experimentar el verdadero poder del conocimiento del yo. Esta provoca una energía fundamental para el crecimiento de la vida de cualquier sujeto. Esto es lo que alimenta el verdadero amor a la vida. Este amor a la vida es lo que nutre la cadena de amor a la humanidad. La revitaliza para que la intensidad de la llama interior no se apague jamás. Se logra apreciar el amor y la espiritualidad. Se vuelve genuino en cada ser y esto atrae todos los deseos y éxitos de la vida. Por eso alguien lo expresaba muy bien cuando afirmaba que el verdadero descubrimiento del hombre debe ser el de su propio interior. Una vez logrado esto aparece el equilibrio justo que permite la propia felicidad y la de los demás.

1 comentario:

  1. La soledad como aislamiento y incomunicación és horrible, sorda y calladamente horrible, y ponerte bajo cualquier dependència para huir de la soledad, también, y sí, también me parece a mi que un aspecto de la soledad (el de no huir de una mismo, de la pròpia individualidad con sus cualidades y carencias) resulta positiva

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